16.9.11

I wanna be a Vans Boy.

30.7.11


PUGNA SANGRIENTA : CRIMEN

CAPÍTULO 1 - FUGA

 El bosque rodeaba el área donde se hallaban las pequeñas cabañas. La medianoche caía sobre el valle, y el pueblo ya hacía tiempo que había quedado en penumbra. El campamento de chicos era un sumo desastre: las cosas iban por el aire de acá para allá, los niños eran absolutamente traviesos, y descontrolados. Sin embargo, el campamento de chicas era un espacio completamente relajante, las niñas se encontraban inmersas en su estado de digna relación. Algo que era común en ambos campamento era contar cosas que poco tardaban en recorrer todo el lugar, porque además de los abrazos, charlas, anécdotas, peleas entre otras cosas; los chismes eran el tema del momento.
Debido a que los niños ya no eran tan niños, se había prohibido el roce de ambos campamentos, porque había varías disputas, conflictos y amores entre ellos. Sin embargo lo que más provocaba a los chicos eran las ganas de verse de las parejas. Por eso era que a menudo se sucedían las escapadas de las cabañas, y estos, como tantos otros chismes no se escapaban del tema de la tarde. Pero a pesar de todas las escapadas que se habían dado en esas dos semanas que llevaba el campamento, ninguna había sido tán polemica como aquella. 

Cuando en la mañana del Lunes ambos campamentos se dirigieron a desayunar a sus respectivos comedores, el tema estalló entre los chicos. De una punta a otra de la sala, las voces se mezclaban pero no cabía duda de que todos hablaban solamente de una cosa: de la gran escapada que se había dado la noche anterior:
- Me encantaría saber todo lo que sucedió anoche, quiénes se escaparon - se oía decir a un niño pelirrojo- quienes estaban enamorados, quienes fueron...
-Yo tenía entendido que el que se escapó fue Anderson - el grito de un chico que acaba de irrumpir en la sala había despertado la curiosidad de los niños, que habían girado sus cabezas en dirección a la puerta del comedor- ¡Sí, Sí!, lo sé todo, el viejo de los botes me lo contó, él mismo lo vio.
- No te creo nada- se oyó decir despectivamente a un niño de aspecto morboso, que ahora se había levantado de su silla y se acercaba lenta, pero decididamente al que estaba ahora en la puerta- Tú eres un mentiroso, y el que te cree, es tan mentiroso como tú - los abucheos y vítores acallaron la discusión de los dos niños, sin embargo, el ingreso a la sala de un hombre vestido con ropa deportiva acalló todo lo anterior.
-¡Silencio! ¡Silencio, he dicho! ¡ Cada uno a su cabaña, dejen ya de pelear, se supone que este campamento de Verano es para hacerlos más hombres, no unos idiotas niños chismosos!- el hombre, que tenia ojos celestes, cabello marrón, y aspecto rudo, gritaba a los cuatro vientos. Y los niños, sin miramientos, obedecieron sus palabras, y se dirigieron lentamente a sus cabañas.


La noche del Domingo había sido increíblemente fría, a pesar del día soleado y bastante caluroso que habia sido. El límite que separaba el campamento de los niños con el de las niñas era un alto seto, de un color verde oscuro, que se extendía a lo largo del valle, perfectamente impenetrable y sombrío. La noche habría sido sumamente silenciosa si no se habría escuchado el ululeo de un búho que se posaba, impertérrito, en lo alto de una rama. Fue así como la medianoche transcurrió, y la madrugada fue adquiriendo su tono tétrico y fantasmal. Cuando ni siquiera el sonido del búho se escuchaba, el silencio por fin se había apoderado del valle. Sin embargo, al rato, el crujir de unas ramas lo rompió. En seguida, una mancha blanca se vio surcar el amplio patio verde de las cabañas, y el correteo de alguien hizo de aquella madrugada, más tenebrosa.
Un niño con facciones marcadas se acercaba con un palo de madera hacia el seto. A pesar de haber corrido hacía un momento, ahora caminaba con paso sigiloso y con una expresión de miedo en su cara. Su aspecto era raído, como alguien que hacía mucho que no se tomaba un baño, lucía una remera de color blanco, que se inclinaba más a lo amarillo por lo desgastada y sucia que estaba; tenía puestos unos pantalones vaqueros de un color negro azabache y su pelo era castaño oscuro. Cuando el niño por fin alcanzó su objetivo, se posó al lado del seto, justo donde este alcanzaba su punto más bajo, que no debía de ser más de cinco centímetros de lo normal. Allí, el niño esperó un largo tiempo, sentado al lado de los arbustos hasta que un ruido lo hizo sobresaltar. Cuando el niño miró en la dirección de la que provenía el ruido, su impresión de asustado cambió completamente, y una expresión de ternura se apoderó de su rostro: ante él, detrás de un alambrado que sostenía el seto, y que por él se veía perfectamente el otro campamento, se hallaba una niña hermosa, de no más de 14 años, que al contrario de él, lucía perfectamente limpia y austera. Tenía un color de cabello morocho, una nariz perfecta que combinaba perfectamente con su manera de vestir : una larga remera, que estaba de moda, de color azul eléctrico; unos pantalones color blancos, al estilo bermuda y en su muñeca una pulsera de igual color que sus zapatillas: negras. Acto seguido, luego de que el niño dejara su cara de bobo, por haber visto tan linda a la chica, tomó el palo de madera, que en realidad era una cuchilla y comenzó a cortar de manera un tanto exagerada el alambrado que separaba a los dos. Cuando por fin lo logró la niña pasó a traves del espacio libre que había y se dirigió hacia los brazos del muchacho, que la abrazó, y la besó.
- Dilan, ¡Como lo prometiste, has venido!- susurró la chica al oído del niño.
- Por supuesto, ya estoy aquí, vine para que nos escapemos de esta fea prisión, ¡Para que estemos juntos por siempre!
- ¡Gracias, gracias!
- Ahora, Emma, sígueme, que ya tengo un plan.

Ambos niños se dirigieron hacia unos árboles que se encontraban detrás de las cabañas, formaban parte de un bosque tan espeso que de día no entraba luz en él. Seguía una ladera hacia abajo, donde, al final, se hallaba un lago, el cual era cruzado para ingresar al campamento. Sin embargo, nadie se atrevía a atravesar ese tenebroso bosque, era así que luego de cruzar el lago, los niños lo rodeaban para llegar al campamento. Pero ahora, Dilan y Emma cruzaban a toda velocidad el oscuro bosque, poblado de arboles altos y sumamente frondosos.
Cuando al fin los dos niños, con pocas complicaciones, llegaron al final de los árboles, se encontraron ante el gran lago que habia a su lado. Sus aguas eran sumamente oscuras y daban una impresión de profundidad asombrosa. En eso, las aguas que debían de estar quietas empezaron a ondularse, y antes de ver el porqué de aquello, una voz gritó a lo lejos.
- ¡Anderson!, ¡Morrinson!, ¿Qué andan haciendo aquí, a estas horas de la noche?- a través de la niebla que se extendía sobre el lago, se empezó a divisar a un hombre canoso, que se encontraba sobre un bote, remaba, aproximándose a ambos niños.
- ¡Vámonos de aquí, Dilan! - susurraba Emma, asustada.
- No sé que hacer, Emma. Ése era nuestro bote, nos tendremos que ir de aquí, hay que intentarlo otro día. No entiendo como nos pudo reconocer.

En eso, ambos niños, impulsaron un ascenso, nuevamente a través del bosque, haciendo un ruido tremendo al quebrar las ramas que se encontraban dispersas por todo el suelo. Ese camino, el de vuelta, el que jamas imaginaban que podrían volver a hacer les estaba pareciendo eterno, a pesar del esfuerzo que les obligaba a hacer un ascenso como aquel. Habían hecho no más de veinte pasos, adentrados en la oscuridad total, entre medio de frondosos arboles; cuando una figura esbelta, y sin embargo sombría, les cerró el paso. Pese a que ambos estaban corriendo, se detuvieron en seco ante aquella persona, pero ni siquiera tropezaron. Cuando Emma agarró las manos de Dilan, exactamente en ese momento, la figura comenzó a moverse, de manera asombrosamente lenta, en dirección a los dos niños. Las manos de Emma apretaron más las de Dilan, y cuando el niño miró primero sus manos y luego a la figura, supo qué iba a pasar. 
Fue allí, cuando la figura, que con aire espantosamente terrorífico y amenazador se acercaba hacia la pareja, sacó un afilado cuchillo de metal, de entre su ropa. Ni Emma ni Dilan se esforzaron por gritar, era obvio que sus intentos habrían sido absurdos, el bosque era demasiado espeso y no valdría la pena huir siquiera. La chica se abrazó al cuerpo del chico para no ver lo que estaba por suceder, y luego, con un último apretón de manos, Dilan vio, aterrorizado, como la figura se abalanzaba sobre ellos, dispuesta a matar.

20.7.11


Do re mi fa so es lo que me das.