El día era bastante normal.
La caricia que brindaba el Sol podía describirse como inigualable.
Y allí estaba yo.
Sentado.
Lo único que podía divisar era a lo lejos.
Algo borroso, algo difuso.
Inmediatamente aquello llamó mi atención.
Y todos mis sentidos sólo se fijaban en eso.
Que el viento soplase como nunca era una señal.
Una señal que me advertía.
Me decía: lo que ves es real.
Y lo supe.
Aquel fue el momento.
No tuve tiempo de despedirme de mis seres amados.
No pude siquiera decir "a".
La última caricia de la brisa rozó mi mejilla.
Justo antes.
Antes que la luz se apagara.
Al fin.
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